1 Reyes 1: ‘Una esperanza que no se desvanece’

Uno de los momentos más inquietantes de una sociedad es cuando el poder se transfiere del gobernante actual a su sucesor. 

Incluso cuando está claro quién será el próximo gobernante, sigue habiendo incertidumbre sobre cómo gobernará y cómo será cuando suba al trono. 

En el primer capítulo de 1 Reyes, vemos los últimos e inciertos días del gobierno del rey David. 

El vencedor de Goliat, el poderoso gobernante del reino de Dios, era ahora viejo y frágil, y nadie sabía quién lo reemplazaría como rey. 

El pueblo de Dios anhelaba estabilidad, pero ni siquiera el rey David podía proporcionarla. 

Sin embargo, incluso en esa incertidumbre y confusión, nos sentimos atraídos a recordar las promesas hechas a un David más joven, cuando el Señor le dijo: «... Cuando tus días se cumplan y reposes con tus padres, levantaré a tu descendiente después de ti, el cual saldrá de tus entrañas, y estableceré su reino. [...] Tu casa y tu reino permanecerán para siempre delante de Mí; tu trono será establecido para siempre» (2 Samuel 7:12, 16 NBLA). 

Esta promesa se cumple inicialmente en la transición del poder de David a su hijo, Salomón, a pesar de que ésta se vio amenazada por las aspiraciones de su hijo revoltoso, Adonías. 

La promesa del Señor se cumpliría, a pesar de las ansias de poder y las maquinaciones de la política. 

Nada impediría que el rey correcto se sentara en el trono del reino de Dios. Nada impediría que el sacerdote Sadoc ungiera a Salomón con aceite, mientras el pueblo gritaba «¡Viva el rey Salomón!» (1 Reyes 1:39)
La palabra original para 'ungido' es 'Mesías' en el hebreo del Antiguo Testamento y 'Cristo' en el griego del Nuevo Testamento. 

Esto significa que Salomón, al igual que su padre David, era un Mesías, o un Cristo, en el reino de Dios. 

Es el que el Señor eligió para gobernar a su pueblo. Sin embargo, a lo largo de los veintitrés capítulos de 1 Reyes, veremos que ninguno de los Mesías, esos reyes ungidos, gobierna como realmente debería. 

Nuestro anhelo de la verdadera realeza nunca está realmente satisfecho con los reyes de 1 Reyes. 

Nos encontramos con algunos reyes buenos, algunos reyes malos y algunos reyes verdaderamente malvados. 

Las Escrituras nos muestran sus puntos fuertes y sus debilidades, y a lo largo del viaje, desarrollamos un gusto por lo que debe ser un verdadero rey del pueblo de Dios. 

Como cristianos, 1 Reyes nos abre el apetito de cómo debe ser el verdadero rey ungido, el Mesías. 

Luego, con ese apetito por la verdadera realeza, amanece el Nuevo Testamento, con el versículo inicial del Evangelio de Mateo, que nos trae «un registro de los antepasados de Jesús el Mesías, descendiente de David...» (Mateo 1:1). 

Cuando Mateo enumera los nombres de muchos de los reyes de 1 Reyes, recordamos de nuevo la desesperada necesidad de un Mesías que gobierne fiel- y perfectamente el reino de Dios. 

Por eso 1 Reyes es tan importante para los cristianos, pues nos muestra la fidelidad de Dios al proporcionarnos el verdadero rey para su trono, especialmente teniendo en cuenta los fracasos de los que gobernaron antes de Jesús. 

Además, nos da esperanza cuando vemos que los reyes y gobernantes abusan del poder, pues nos sentimos atraídos por el reino de Jesús, que «no es de este mundo» (Juan 18:36). 

Si confiamos en el Mesías definitivo, Jesucristo, entonces sabemos que, por muy estable o inestable que sea el gobierno de nuestros gobernantes modernos, sabemos que Jesús está sentado en su trono glorioso (Mateo 19:28).

Oración
Padre celestial, tu reino es fuerte y tu trono es seguro. Guíanos a confiar en tus promesas en medio de nuestros temores y dudas, sabiendo que ante el nombre de Jesús se doblará toda rodilla, en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua declarará que Jesucristo es el Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, ahora y siempre. Amén.

Ora con nosotros la petición de oración de hoy:

La situación en el noreste de Nigeria es terrible, con secuestros, ataques y asesinatos. Algunos de los 140 niños secuestrados recientemente por quienes oramos han sido devueltos, pero alrededor de 80 todavía están en cautiverio. Continúe orando por los niños secuestrados, por la restauración de la ley y el orden y por la misión de la iglesia.

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