1 Reyes 18: ‘La batalla de las creencias’

Cuando la gente dice que todas las religiones son iguales, ofende a todos.

La verdadera tolerancia reconoce que cada religión es diferente, y permite que la gente discrepe, con respeto.

Pero la verdad acabará por revelarse, sobre todo cuando intervenga el Dios verdadero.

En nuestro pasaje de 1 Reyes 18 vemos una de las grandes batallas espirituales de todos los tiempos, que comienza cuando el Señor ordena al profeta Elías que le diga al desobediente rey Acab que la sequía de tres años pronto terminará, versículos 1 y 2.

Pero antes de que Elías se reúna con Acab, vemos el intento del rey de arreglar la sequía por sí mismo, al convocar a Abdías, un devoto seguidor del Señor, versículo 3.

Abdías es enviado a buscar alimento en los campos, y mientras viaja, se encuentra con Elías, versículo 7, quien le dice que regrese al rey Acab para decirle que Elías viene a visitarlo.

Entonces, versículo 17, «Cuando Acab vio a Elías, exclamó: —¿Así que realmente eres tú, el alborotador de Israel?» (NTV).

Lo que Elías ha hecho es simplemente proclamar la verdadera palabra de Dios, pero los enemigos de Dios lo desprecian por su ministerio profético.

Así que Elías responde, versículo 18, diciendo: «  —Yo no le he causado ningún problema a Israel—respondió Elías—. Tú y tu familia son los alborotadores, porque se negaron a obedecer los mandatos del SEÑOR y, en cambio, han rendido culto a las imágenes de Baal».

Y así ordena a Acab, versículo 19, que convoque «a todo Israel para que se reúna conmigo en el monte Carmelo, junto con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de Asera, a quienes Jezabel mantiene»

¡Va a haber un enfrentamiento!

Luego, cuando se han reunido, Elías los desafía, versículo 21, diciendo: «¿Hasta cuándo seguirán indecisos, titubeando entre dos opiniones? Si el SEÑOR es

Dios, ¡síganlo! Pero si Baal es el verdadero Dios, ¡entonces síganlo a él!»
Todos tuvieron que tomar la misma decisión que todos debemos tomar hoy: ¿seguirás al Señor?

Entonces, superado en número por 450 a uno, Elías ordena al pueblo que traiga dos toros, versículo 23, uno para sacrificar al Señor y otro para sacrificar a Baal.

Luego les dice, versículo 24, que «invoquen ustedes el nombre de su dios, y yo invocaré el nombre del SEÑOR».

Los profetas de Baal gritaban constantemente a su dios, pero no ocurría nada, por lo que, versículo 27, Elías comenzó a burlarse de ellos. «Tendrán que gritar más fuerte—se mofaba—, ¡sin duda que es un dios! ¡Tal vez esté soñando despierto o quizá esté haciendo sus necesidades! ¡Seguramente salió de viaje o se quedó dormido y necesita que alguien lo despierte!»

Los profetas de Baal eran sinceros en sus creencias, pero estaban sinceramente equivocados.

Así que Elías hizo una poderosa oración en los versículos 36 y 37, y luego, en los versículos 38 y 39: «Al instante, el fuego del SEÑOR cayó desde el cielo y consumió el toro, la leña, las piedras y el polvo. ¡Hasta lamió toda el agua de la zanja!  Cuando la gente vio esto, todos cayeron rostro en tierra y exclamaron: ‘¡El SEÑOR, él es Dios! ¡Sí, el SEÑOR es Dios!’».

El Señor ganó, y Baal perdió... ¡a lo grande!

Y entonces Elías ordena la ejecución de todos los falsos profetas que rechazaron al Señor.

Este castigo es el que les espera a todas las personas que rechazan al Señor Jesús durante toda su vida, y que son encontradas como sus enemigos cuando él juzgue a los vivos y a los muertos.

Bien, tras el arrepentimiento y el juicio, llegaron las nubes y llovió a cántaros.
El Señor ganó y Baal perdió.

Como la tumba vacía de la Pascua, los enemigos de Dios fueron derrotados, y los seguidores del verdadero rey celebran la salvación con gran alegría.