1 Reyes 6: ‘La iglesia definitiva’

Si pudieras diseñar el edificio definitivo de la iglesia, ¿cómo sería?

En el capítulo 6 de 1 Reyes, el rey Salomón comenzó a construir el tan esperado templo del Señor.

De hecho, era tan esperado que la Biblia nos dice que «Habían pasado cuatrocientos ochenta años desde el día en que el pueblo de Israel fue rescatado de su esclavitud en la tierra de Egipto» (1 Reyes 6:1 NTV).

Este era el momento que esperaban cuando cantaban las últimas palabras del cántico de Moisés, mientras anhelaban «el santuario, oh Señor, que tus manos establecieron» (Éxodo 15:17).

Al comenzar a construir el templo, Salomón hace realidad la salvación prometida por Dios... ¡qué momento para vivir!

En este capítulo leemos más detalles físicos de este notable edificio, de la longitud de una cancha de baloncesto, pero con dos tercios de la anchura, y de tres pisos de altura.
Mientras construían el edificio, leemos que «Las piedras … se labraban en las canteras, de modo que no hubo ruido de martillo, ni de hacha, ni de ninguna otra herramienta de hierro en el lugar de la obra» versículo 7.

Este edificio que representaba la paz era incluso pacífico en su construcción.

Mientras las obras continúan, hay una palabra especial del Señor a Salomón, versículos 12 y 13: «En cuanto a este templo que estás construyendo, si tú sigues todos mis decretos y ordenanzas y obedeces todos mis mandatos, yo cumpliré por medio de ti la promesa que le hice a tu padre, David.  Viviré entre los israelitas y nunca abandonaré a mi pueblo Israel». En este punto álgido de la salvación del pueblo de Dios, el Señor le recuerda a su rey la necesidad de obedecer al Señor para que viva en medio de su pueblo para siempre. 
Una cosa es hacer el edificio religioso definitivo, pero si el rey de Dios rechaza al Señor, entonces es sólo un gran museo religioso.

Con ese solemne recordatorio, leemos sobre una zona especial, el versículo 16, donde «separó un espacio para el santuario interior—el Lugar Santísimo—al fondo del templo».
El tercio más alejado de la entrada debía albergar el Arca de la Pacto del Señor, versículo 19, en una sala recubierta de oro macizo.

Delante de ese santuario interior estaba el altar, donde se harían los sacrificios ante el Señor, quien estaba presente entre los querubines gigantes, «cada uno medía cuatro metros con sesenta centímetros de alto», versículo 23.

En ese altar se harían los sacrificios para que el pueblo de Dios pudiera disfrutar de la expiación, para que la ira de Dios se apartara de su pueblo.

Esto era necesario porque no sólo el pueblo de Dios se desviaba de sus caminos, sino también sus reyes.

Qué triste es ver a los líderes de la iglesia cumpliendo con procesos religiosos, mientras que también desobedecen la palabra de Dios alejándose de las claras enseñanzas de las Escrituras.

En los años que siguieron a la construcción de este templo, los reyes de Dios se apartaron de él, lo que llevó a la destrucción de este glorioso edificio.

Sin embargo, el pueblo del Señor no se quedó sin esperanza porque uno de los reyes de Dios en verdad obedeció todos los mandatos del Señor en nuestro favor, haciendo posible que recibiéramos las bendiciones de las promesas de Dios, aunque todos lo habían desobedecido.

Aunque nosotros abandonamos a Dios, el Señor nunca dejó verdaderamente a su pueblo ni abandonó a Israel, eso por la fidelidad de Jesús, el verdadero israelita, el gran Mesías.
La iglesia definitiva no es un edificio físico, sino que es el cuerpo de Cristo, y como leemos en 1 Pedro 2:5, «ustedes son las piedras vivas con las cuales Dios edifica su templo espiritual. Además, son sacerdotes santos. Por la mediación de Jesucristo, ustedes ofrecen sacrificios espirituales que agradan a Dios».