1 Reyes 7: 'Gran diseño'

¿Qué dice tu casa sobre ti?

Después de construir el templo de Dios, el rey Salomón comenzó a trabajar en su palacio y en los edificios circundantes.
Sabía que Dios estaba presente en su templo, pero que también gobernaba a través de su rey.

En el capítulo 7 de 1 Reyes, aprendemos sobre el Palacio del Bosque del Líbano y luego la Sala de las Columnas, y luego se nos habla de la sala del trono, conocida como la Sala de la Justicia, versículo 7.

Esta era la sala en la que el rey de Dios se sentaba en su trono, donde oiría asuntos legales, o literalmente, donde juzgaría.

Era donde el Mesías de Dios impartiría justicia, como se ora en el Salmo 72 versículo 1, «Oh Dios, concede al rey tu amor por la justicia, y da rectitud al hijo del rey» (NTV).
Salomón sabía que el rey de Dios debía gobernar con justicia para poder llevar la justicia a su pueblo y a las naciones.

En este punto culminante de la historia del pueblo de Dios, el Señor estaba presente en su templo y su rey gobernaba desde el palacio.
Así debería ser la vida del pueblo de Dios reunido en el lugar de Dios y bajo el gobierno de Dios.

Pero aunque las cosas se estropearon muy pronto, esta imagen idílica del reino de Dios era a la que se aferraba el pueblo fiel de Dios mientras esperaba a su mesías venidero.
Él cumpliría con el templo, como Emanuel, Dios con nosotros, y cumpliría con la sala del trono, como el rey justo de Dios, trayendo justicia y paz a las naciones.
Sin embargo, la construcción de Salomón también incluía algunos elementos de bronce muy elaborados.

En primer lugar, el versículo 15 dice que había dos pilares de bronce fuera de la entrada del templo, de más de 8 metros (o 27 pies) de altura, y más de 5 metros (o 18 pies) de circunferencia... con enormes capiteles en la parte superior.
El versículo 21 señala que uno de los pilares tenía el nombre hebreo «Jaquín», que significa «él establecerá».

El Señor prometió a David que «establecería una casa» (2 Sam 7:11), que «establecería su reino» (2 Sam 7:12), y que "«establecería el trono de su reino para siempre» (2 Sam 7:13).

Esta gigantesca columna de bronce recordaba al pueblo de Dios su fidelidad.
El otro pilar tenía el nombre hebreo «Boaz», que significa «en él está la fuerza».
Además de ser el nombre del bisabuelo de David, es también un importante recordatorio de que el reino de Dios se estableció gracias a la fuerza del Señor, no por el poder o la riqueza de Salomón.

En el versículo 23 leemos sobre otra estructura de bronce sólido que se iba a construir llamada «el Mar»... una cuenca redonda del tamaño de una piscina.
El tabernáculo portátil tenía una tina de agua para lavar los sacrificios, pero 'el mar' sería mucho más espectacular, como todos los demás aspectos del tabernáculo que se mejoraron en el templo.

Luego, el versículo 25 nos dice que el mar de bronce fue colocado sobre una base de doce bueyes de bronce... que parece representar a todas las doce tribus de Israel, limpiadas aquí mismo en el templo.

Sin embargo, la limpieza del agua en el templo era sólo una sombra de la limpieza que vendría a través de Jesucristo, de la que leemos en el capítulo 10 de Hebreos, versículo 22b: «Porque nuestras conciencias culpables han sido rociadas con la sangre de Cristo para limpiarnos, y nuestros cuerpos han sido lavados con agua pura».
Como Jesús estuvo entre nosotros como la realización del templo de Dios, nos gobernó y juzgó como el rey de Dios, y nos limpió por la sangre de su sacrificio y el lavado de su agua viva.

Al explorar los grandes diseños del templo y el palacio de Dios, aprendemos mucho sobre por qué y cómo vino Jesús como Mesías, y por qué son tan buenas noticias para todos los que confiamos en él como nuestro gobernante amoroso.