Aprender del testigo

A veces, las palabras "¿Y yo qué?" salen con demasiada facilidad de nuestros labios. Ocurre especialmente cuando trabajamos con otros. Puede surgir del deseo de liderar cuando por el momento nuestro papel es seguir, la envidia por el éxito de los demás, el deseo de ser reconocido, recibir un poco más de gloria. Tanto la humildad y como contentarnos pueden ser difíciles a veces. 

En esta reflexión nos desviamos un poco de la secuencia que hemos seguido a través del capítulo 1 y retomamos la historia de Juan a través del Evangelio.
Es cierto que el Evangelio de Juan se centra en la persona y la obra de Jesús. Sin embargo, hay otros personajes que aparecen varias veces, a través de la narración, y podemos aprender más sobre Jesús y lo que significa seguirle a través de sus historias. Pedro, Andrés, Felipe, Tomás, Nicodemo, y el Discípulo Amado son ejemplos. Y también lo es Juan.

La primera vez que oímos hablar de Juan es en el capítulo 1, versículos 6-8. Se nos dice que él no es la luz. Más bien es un testigo de la luz. Es un testigo importante. Juan (el escritor del Evangelio) dice que será a través de su testimonio (de Juan el Testigo) que todos llegarán a creer. 

En Mateo 11, Jesús también reconoce la grandeza de Juan y la importancia de su testimonio. Esta importancia se demuestra en que cada uno de los Evangelios comienza registrando el testimonio de Juan a Jesús. 

Sin embargo, por muy grande que sea Juan, el suyo es un papel secundario. Da testimonio de uno que lo supera según el capítulo 1, versículo 15, y en los versículos 26-36 habla del que es más grande que él, que existió antes que él, y cuya correa de sandalia no es digno de desatar. Dice que el papel de Juan es revelar a Jesús a Israel.

En el capítulo 3, versículos 22-30, se habla de los ministerios de bautismo concurrentes de Juan y los discípulos de Jesús. Hay una superposición mientras la transición continúa teniendo lugar entre los dos ministerios, pero hay problemas. El ministerio de Jesús tiene cada vez más éxito. Todo el mundo acude a Jesús, según la queja de los discípulos de Juan. 

Este podría ser un momento delicado. Y quizás uno reconocible. El cambio de lealtades y concurrencia de la gente puede ser algo difícil de soportar en cualquier momento, incluso en el ministerio cristiano. ¿Cómo responderá Juan a la pérdida de sus concurrentes? 

Juan dice cuatro cosas en el capítulo 3, versículos 27-30. Primero, reconoce que no tiene nada, incluyendo su ministerio y cualquier éxito asociado a él, excepto por la gracia de Dios. Esta es una hermosa declaración de humildad y dependencia ante Dios. 

En segundo lugar, les recuerda sus propias palabras: Juan entendía muy claro el papel que le había sido dado por el Señor. Está satisfecho con este papel y no exige ni quiere más.

En tercer lugar, dice que se alegra de este papel y de que va terminando.
Por último, dice que Jesús debe aumentar mientras él debe disminuir.
Juan es completamente humilde, conoce su papel y no se excede ni se resiente. Se regocija en el ministerio que tiene. La última mención de Juan es Juan 10:40-42. Se hace otra comparación entre Juan y Jesús: Juan nunca hizo ninguna señal como las sorprendentes señales que Jesús había hecho. El más grande estaba aquí. 

No obstante, oímos que Juan ha cumplido fielmente su papel, ya que la gente da testimonio de que todo lo que Juan dijo sobre Jesús era cierto. Es toda una historia. Todo un ministerio. 

Podemos aprender de la humildad de Juan; su sentido de conocer el ministerio que Dios le dio y su alegría al cumplirlo. ¿Y no sería estupendo que se dijera lo mismo de nosotros: 'Todo lo que decían de Jesús era verdad'?

Oración
Enséñanos, Señor, a empezar nuestras obras con reverencia, a seguirlas con obediencia y a terminarlas con amor; y luego a esperar pacientemente con esperanza y con una aceptación alegre a fijar la mirada en ti, cuyas promesas son fieles y las recompensas infinitas; por Jesucristo nuestro Señor. Amén (Un Libro de Oración para Australia, 94).