Bienaventurados los pacificadores porque serán llamados hijos de Dios

León Magno, oriundo de la Toscana, fue elegido obispo de Roma en el año 440 y quizá sea más conocido por haberse reunido con Atila el Huno en el año 452 y haberle persuadido de que diera marcha atrás en su invasión de Italia.  Los casi 100 sermones y 150 cartas que se conservan tratan principalmente de cuestiones teológicas sobre la persona de Jesucristo y su papel como mediador y salvador.  León enseñó ampliamente sobre la presencia de Cristo en la Iglesia: en la enseñanza de las Escrituras, en la predicación de la fe, en la liturgia y en la vida del creyente individual.

Puesto que en el dar limosna todo es puro para ti, también recibirás esa bendición que promete a continuación el Señor: Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios. Queridos amigos, grande es la felicidad de aquellos para los que está preparada tal recompensa. ¿Quiénes son los limpios de corazón si no los que se esfuerzan por esas virtudes que hemos mencionado anteriormente? ¿Qué mente puede concebir, qué palabras pueden expresar la gran felicidad de ver a Dios? Sin embargo, la naturaleza humana lo logrará cuando se haya transformado de modo que vea a la Divinidad no ya en un espejo u oscuramente, sino cara a cara: la Divinidad que ningún hombre ha podido ver. En la inefable alegría de esta visión eterna, la naturaleza humana poseerá lo que el ojo no ha visto ni el oído ha oído, lo que el corazón del hombre nunca ha concebido.

La bendición de ver a Dios es justamente prometida a los puros de corazón. Porque el ojo impuro no podrá ver el resplandor de la luz verdadera, y lo que sería una felicidad para las mentes despejadas sería un tormento para las que están contaminadas. Por lo tanto, que las nieblas de las vanidades mundanas se disipen, y el ojo interior se limpie de toda la suciedad de la maldad, para que la mirada del alma pueda deleitarse serenamente con la gran visión de Dios.
A la consecución de este objetivo se refieren las siguientes palabras: Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios. Esta bienaventuranza, queridos hermanos, no se deriva de un acuerdo casual o de cualquier tipo de armonía, sino que pertenece a lo que dice el Apóstol: Estad en paz ante el Señor, y a las palabras del profeta: Los que aman tu ley gozarán de abundante paz; para ellos no es un obstáculo. Incluso los lazos más íntimos de amistad y la más estrecha afinidad de espíritus no pueden reclamar verdaderamente esta paz si no están de acuerdo con la voluntad de Dios. Las alianzas basadas en los malos deseos, los pactos de crimen y los pactos de vicio, todo queda fuera del alcance de esta paz. El amor al mundo no puede conciliarse con el amor a Dios, y el hombre que no se separa de los hijos de esta generación no puede unirse a la compañía de los hijos de Dios. Pero los que guardan a Dios siempre en sus corazones, y están ansiosos de preservar la unidad del espíritu en el vínculo de la paz, nunca disienten de la ley eterna mientras pronuncian la oración de la fe: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Éstos son, pues, los pacificadores; están unidos en santa armonía y reciben con razón el título celestial de hijos de Dios, coherederos de Cristo. Y ésta es la recompensa que recibirán por su amor a Dios y al prójimo: cuando su lucha contra toda tentación haya terminado definitivamente, no habrá más adversidades que sufrir ni escándalo que temer, sino que descansarán en la paz de Dios sin ser molestados, por nuestro Señor que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

León Magno

Juan 14:25-27; 20:19-23
Colosenses 3:1-17

Oración
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz
donde haya odio, permíteme sembrar el amor
donde haya injuria, perdón;
donde haya duda, fe;
donde haya desesperación, esperanza;
donde hay oscuridad, luz;
donde haya tristeza, alegría.

Porque en el dar recibimos,
en el perdonar somos perdonados,
y en el morir nacemos a la vida eterna,
por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Ora con nosotros la petición de oración de hoy:

La diócesis de Vitoria en la iglesia anglicana de Brasil describe su misión como "dar a conocer a Cristo a todos y apoyar espiritualmente a los no amados". Para ello cuentan con diversos eventos para dar la bienvenida y explicar el evangelio a adultos, jóvenes y adolescentes. Oren por estos ministerios de Palabra y Espíritu para traer a muchos a una nueva vida en Cristo.

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