Cantad al Señor un canto nuevo, un canto de amor

Agustín nació en el norte de África, de padre romano pagano y madre bereber cristiana.  Pasó su juventud como un auténtico pagano y, en sus Confesiones, describe su paso por una secta herética en Roma y cómo llegó a Cristo por la gracia de Dios y la predicación del obispo Ambrosio de Milán, que lo bautizó en el año 386.  Habiendo entrado de lleno en el camino de Cristo, Agustín regresó a África para convertirse en obispo de Hipona, y es reconocido como uno de los más grandes teólogos de la Iglesia primitiva.

Cantad al Señor un cántico nuevo, su alabanza en la asamblea de los santos. Se nos dice que cantemos al Señor un cántico nuevo.  Un hombre nuevo conoce un cántico nuevo. Un cántico es una cosa de alegría y, si lo pensamos bien, una cosa de amor. Así es el hombre que ha aprendido a amar una nueva vida y ha aprendido a cantar una nueva canción. Por lo tanto, necesitamos que se nos explique la naturaleza de esta nueva vida, por el bien de la nueva canción.  Porque el hombre nuevo, el cántico nuevo y el nuevo testamento [pacto] pertenecen al mismo reino. Así que el hombre nuevo cantará una nueva canción y pertenecerá al nuevo testamento.
 
Todo el mundo ama; la cuestión es, ¿qué ama?  En consecuencia, no se nos dice que no amemos, sino que elijamos qué amar.  Pero ¿cómo podemos elegir, si no somos elegidos primero? No podemos amar si no somos amados primero. Escuchan las palabras del apóstol Juan: Amamos porque él nos amó primero. Si buscáis la razón por la que un hombre ama a Dios, no encontraréis ninguna otra razón, sino que Dios lo amó primero.  Se dio a sí mismo como objeto de nuestro amor, y nos dio la fuente de nuestro amor. Si quieres saber qué es lo que dio como fuente de nuestro amor, puedes encontrar una explicación más clara en las palabras del apóstol Pablo: El amor de Dios se derrama en nuestros corazones.  ¿De dónde viene?  ¿De nosotros mismos? No. ¿De dónde entonces? A través del Espíritu Santo, que nos ha sido dado.
 
Ya que tenemos esa seguridad, amemos a Dios por el don de Dios.  Como el mismo Juan lo expresa más claramente, Dios es amor y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.  No basta con decir: "El amor viene de Dios". ¿Quién de nosotros se atrevería a decir lo que dijo Juan? ¿Dios es amor? Él sabía lo que decía, pues él mismo experimentó este amor.
 
Es Dios quien se ofrece a nosotros; no hay necesidad de ofrecernos más.  Nos llama: "Amadme y me poseeréis, porque no podéis amarme si no me poseéis". 
 
Hermanos míos, amados míos, hijos de la Iglesia católica, santas semillas del cielo, vosotros que habéis renacido en Cristo, nacidos de lo alto, escuchadme, o mejor dicho, a través de mí: Cantad al Señor un cántico nuevo. "Pero yo sí canto", podéis responder. Cantad, claro que cantáis, yo os oigo; pero procurad que vuestra vida cante la misma melodía que vuestra boca.
 
Cantad con vuestras voces, cantad con vuestros corazones, cantad con vuestros labios, cantad con vuestras vidas. Cantad al Señor un cántico nuevo.  ¿Os preguntáis qué debéis cantar sobre aquel a quien amáis? Por supuesto que queréis cantar sobre el que amáis. ¿Preguntáis qué debéis cantar en alabanza a él? Canta al Señor un cántico nuevo. ¿Buscas alabanzas para cantar? Su alabanza está en la asamblea de los santos. El cantante mismo es la alabanza contenida en la canción.
 
¿Queréis hablar la alabanza de Dios?  Sed vosotros mismos lo que habléis.  Si vivís una vida buena, sois su alabanza.
 
Agustín de Hipona (354-430)

Salmo 98
Efesios 5:1-21