Debemos aprovechar toda oportunidad de arrepentimiento por nuestros pecados

Esta homilía anónima del siglo II se encuentra entre un puñado de sermones cristianos que se han conservado desde los primeros días de la iglesia cristiana. Es audaz en su proclamación de la salvación a través de la pasión y muerte de Jesucristo, y su fuerte aliento para que los cristianos se mantengan firmes en la fe y vivan vidas santas como testimonio del poder de la gracia salvadora de Dios y del perdón eterno.

Jeremías 18: 1-11
San Marcos 1: 9-1

Mientras todavía estemos en este mundo, aprendamos siempre a arrepentirnos. Somos como barro en las manos del artesano y así como un alfarero da forma y remodela una vasija que está haciendo si se deforma o se rompe, pero no se ocupa más de ella una vez que la ha puesto en el horno, así está con nosotros. Mientras estemos en este mundo, debemos aprovechar toda oportunidad de arrepentimiento por nuestros pecados. Nuestra salvación depende de ello. Una vez que hemos dejado el mundo, ya no es posible confesar los pecados ni lamentarlos.

Hermanos, si hacemos la voluntad del Padre y llevamos una vida casta y guardamos los mandamientos del Señor, entonces la vida eterna será nuestra. El Señor dice en el evangelio: Si no cuidaste de una cosa pequeña, ¿quién te pondrá a cargo de una grande? Porque les digo que el que es fiel en lo pequeño, también en lo grande será fiel. Él nos dice entonces: «Lleva una vida casta y mantén el sello sin tacha, y recibirás el regalo de la vida».

Y que ninguno de vosotros diga que esta carne no resucita para juicio. Les pregunto, ¿en qué circunstancias recibieron la vista y la salvación excepto en los días de esta carne? Debemos proteger nuestra carne entonces como templo de Dios. Como fuiste llamado en la carne, de la misma manera tu llegada al juicio será en la carne. Cristo el Señor que nos salvó fue primero espíritu y luego se hizo carne y nos llamó, siendo nosotros en la carne. Y así recibiremos nuestra recompensa en la carne.

Amémonos unos a otros para que todos alcancemos el reino de Dios. Mientras todavía hay tiempo y oportunidad para remedio, pongámonos en manos de Dios, nuestro médico, y reconozcamos su cuidado por nosotros. ¿Cómo lo hacemos evidente? Por el arrepentimiento de un corazón sincero. Nada escapa a su ojo atento y él puede escudriñar nuestro corazón. Alabémosle, pues, no sólo con los labios, sino con el corazón, para que nos dé la bienvenida de un padre. Como dijo el Señor: Estos son mis hermanos, los que hacen la voluntad de mi Padre.

Homilía anónima del siglo II

Oración
Dios todopoderoso y eterno,
no odias nada de lo que has hecho
y perdonas los pecados de todos los que se arrepienten:
Crea y haz en nosotros corazones nuevos y contritos,
que nosotros, lamentando como corresponde nuestros pecados
y reconociendo nuestra miseria,
podamos obtener de ti, el Dios de toda misericordia,
perfectas remisión y perdón;
través de Jesucristo nuestro Señor,
que vive y reina contigo y el Espíritu Santo,
un solo Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.