Del agua al Vino

En Juan 2:1-11 leemos un relato en el que Jesús rescata una boda convirtiendo una enorme cantidad de agua en un vino de extraordinaria calidad. Esta es la primera de una serie de acciones milagrosas que Jesús realiza y que Juan califica de señales. Tal vez este sea el de las cosas más grandes prometidas en Jn 1:51. Es una narración llena de detalles significativos. 

Veamos algunos de ellos.

El escenario es bastante sencillo. Jesús y sus discípulos han sido invitados a una boda en la ciudad de Caná. La mención del tercer día es intrigante y vincula esta narración con la secuencia de días en Juan 1. Dependiendo de cómo contemos, terminamos con 6 o 7 días. 

En cualquier caso, se trata de una semana, y la conexión con el Génesis 1 en Juan 1:1 parece que se nos está recordando la semana de la creación que inicia la Biblia como marco para el ministerio de Jesús.

Un banquete de bodas en aquellos tiempos podía durar varios días y era una ocasión social importante de la que era responsable la familia del novio. Era un inconveniente importante, y se avecina una gran humillación cuando se acaba el vino. En el versículo 3, la madre de Jesús asume responsabilidad y habla con Jesús sobre el tema. 

La respuesta de Jesús suena dura a nuestros oídos. “Mujer, ¿por qué me involucras? Mi hora aún no ha llegado".

Estas palabras obligan a reevaluar su relación. Jesús hará la voluntad de su Padre y lo hará a su debido tiempo. Este intercambio se repetirá en la cruz, cuando Jesús se dirija de nuevo a su madre, esta vez para que la cuide más allá de su muerte, en Juan 19:26. 

La enigmática afirmación de Jesús de que aún no había llegado su hora pone en marcha otro tema que se desarrollará a lo largo del Evangelio. Esta hora será mencionada regularmente a lo largo de la narración y será vista como la hora de su muerte y resurrección. Hay un plan, un calendario, en marcha. 

En cuanto al milagro en sí, uno de los detalles significativos es que el agua está contenida en jarras utilizadas para la purificación judía. Esta purificación se haría en obediencia a la ley del Antiguo Testamento. Jesús cambia el agua, utilizada para cumplir con el requisito del Antiguo Testamento, en vino que representa el cumplimiento de esas promesas en la venida del Reino de Dios. Como señala Leslie Newbigin, "El agua quita la impureza, pero no puede dar la plenitud de la alegría".

El vino representa la alegría que Jesús puede dar, y su generosa provisión anticipa el vino que fluirá cuando llegue la alegría del reino de Dios. Esto se celebrará, según Apocalipsis 19:7, con el banquete de bodas del Cordero, con toda la alegría y el sentido de cumplimiento de la promesa que representa. 

En este incidente, Jesús muestra lo que ha venido a hacer: traer la vida y traerla en abundancia. Así como Jesús hizo una gran cantidad del mejor vino, así ofrece a sus seguidores vida larga (es decir, eterna) de la mejor calidad, en relación con Dios. El ministerio de Jesús es ser el Hijo de Dios que da la vida.

Este sencillo incidente nos recuerda la compasión y la gracia de Jesús en la escala más pequeña y en escala más grande. En la escala más pequeña ha salvado el dilema de una pareja sin nombre en una pequeña boda de un pueblo. En la escala más grande, este incidente ha señalado el ministerio de Jesús de ofrecer vida gozosa tanto ahora como en la eternidad. 

Agradezcamos la gracia de Jesús en todas las cosas. 

Oración
Padre nuestro, te agradecemos tu gracia y tu compasión en los asuntos grandes y pequeños. Te agradecemos la vida que Jesús ofrece a todos y te pedimos que nos ayudes a disfrutar de la vida que sólo tu Hijo puede dar y a tratar de compartir esa vida con los demás. Concédelo por medio de nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.