Devoción del 12 de Enero

Lecturas: Jeremías 30: 1-17

«Vienen días», declara el Señor, «cuando yo haré volver del cautiverio a mi pueblo Israel y Judá...»
Jer. 30: 3 (NVI).

«¿Cuándo terminará todo esto?» Esta es una pregunta que nos hicimos varias veces en 2020. Ya sea por COVID-19 o por otras razones, es posible que todavía estemos haciendo la misma pregunta. A veces, la vida es demasiado difícil de soportar. Quizás una máquina del tiempo sería útil, donde uno podría viajar hacia adelante en la historia y aterrizar en un momento en que todo está bien; o entrar en un estado de hibernación humana, como se ve en las películas de ciencia ficción, y pedir despertar cuando las circunstancias sean mejores. Tomaríamos cualquier cosa que nos permitiera evitar el sufrimiento y la espera (y, por supuesto, el sufrimiento de la espera).

Hoy, el Señor podría estar llamándonos a experimentar otra forma de perseverar; un camino que no cede a las fantasías de triunfo inmediato (la máquina del tiempo) ni a la derrota del escapismo (hibernación humana). «’Vienen días’, declara el Señor…»: Esta promesa nos asegura la providencia de Dios; su control total sobre las circunstancias. Cualquiera que sea la situación en la que nos encontremos, no durará para siempre; Dios nos acompañará; definitivamente, hay un final.

Sin embargo, la providencia de Dios y su promesa de que pondrá fin a nuestro sufrimiento (y espera) no significa simplemente que Dios nos encontrará al final del túnel con una vela en la mano. Si bien las promesas están ligadas al futuro por naturaleza, la promesa de Dios involucra tanto el presente como el futuro. Dios promete que está con nosotros en el sufrimiento actual. La desolación del presente no significa que Dios esté ausente. La presencia de Dios no se limita a los futuros finales felices. Su promesa es que él está con nosotros en nuestro sufrimiento y nuestra espera.

El Espíritu de Cristo crucificado y resucitado está aquí para consolarnos y dar testimonio a nuestro espíritu de que somos los amados hijos e hijas del Padre. El sufrimiento y la espera son dolorosos, sin embargo, el Padre promete: «Nunca te dejaré; nunca te desampararé». Por tanto, suframos y esperemos no como los abandonados, sino como los abrazados.

Oración
Oración tomada del Libro de Oración Común 2019, «Para los desanimados y abatidos»:

Oh Dios, todopoderoso y misericordioso, tú sanas a los quebrantados de corazón, y conviertes la tristeza de los afligidos en gozo. Que tu bondad paternal sea sobre todos los que has creado. Recuerda con compasión a todos los que están hoy en la miseria, sin hogar, ancianos, enfermos u olvidados. Bendice la multitud de tus pobres. Levanta a los abatidos. Poderosamente, hazte amigo de los que sufren siendo inocentes y santifica para ellos su perseverancia en medio de la injusticia. Alegra con esperanza a todos los que están desanimados y abatidos, y por tu gracia celestial preserva de la caída a aquellos cuya pobreza los tienta a pecar. Aunque estén turbados por todos lados, no permitas que se angustien; aunque estén perplejos, sálvalos de la desesperación. Concédelo, Señor, por el amor de aquel que se hizo pobre por nosotros, tu Hijo, nuestro Salvador Jesucristo. Amén.