En acción de gracias... por la Palabra Recibida

A medida que continuamos considerando el agradecimiento en esta serie devocional, vamos al capítulo 22 de II Reyes. Hoy lo estudiaremos con un enfoque en «La Palabra recibida».

Este pasaje sigue el relato de cómo el rey niño, Josías, fue precedido por dos reyes malvados de Judá (Manasés y Amón). Cuando Josías ascendió al trono a los ocho años, no tenía experiencia de primera mano de cómo era un buen rey. Sin embargo, los primeros versículos afirman que hizo lo recto ante los ojos del Señor. Esto debería ser alentador para cada cristiano de primera generación. La herencia de la gracia de Dios se recibe por fe, no por linaje humano.

Como veremos, la ley de Dios no se conocía comúnmente en ese momento. Sin embargo, el culto en el templo había continuado y el sacerdocio judío todavía se ejercía en Jerusalén. A pesar de no estar familiarizado con la ley, Josías actuó de acuerdo con lo que sabía. Vio que la casa del Señor estaba en mal estado y se dispuso a proveer para su restauración. A veces podemos sentirnos abrumados por las tareas que tenemos por delante. Es prudente comenzar simplemente asegurando la limpieza de nuestro lugar de adoración.

Mientras realizaba reparaciones arquitectónicas, el sumo sacerdote Hilcías descubrió el Libro de la Ley. Ya sea que haya sido dejado en el polvo por cuidadores desinteresados, escondido por aquellos que querían salvaguardarlo durante las turbulentas generaciones anteriores, o desechado por aquellos que lo ignoraron, su descubrimiento fue inesperado.

El rey Josías fue alertado de inmediato de esta gran sorpresa. Su respuesta externa a la lectura mostró su reacción interna. Se rasgó la ropa para significar el desgarro de su corazón. Su alma había sido traspasada con el mensaje de la Ley. Este mensaje fue que la humanidad había caído. No solo en un sentido general, sino de una manera profundamente personal. Josías había caído. La Ley explicó la deficiencia que todos tenemos. Josías comprendió la gravedad de su propio pecado. Esta creencia llevó a la acción. Envió al sumo sacerdote y a otros funcionarios de confianza a preguntar a Hulda, una profetisa.

Hulda aseguró que Dios había escuchado las oraciones de Josías, había visto su humildad y sabía que su corazón estaba arrepentido. Dios sería misericordioso. La destrucción no vendría durante el reinado de Josías. II Reyes 22 concluye aquí, pero Josías llegó a reconocer su responsabilidad como líder. Reunió a los ancianos de Judá e hizo un pacto ante todos en Jerusalén.

Las lecciones para nosotros hoy son innumerables. La palabra de Dios presenta un desafío para cada lector moderno. La Ley nos da las mismas noticias que le dijo a Josías: somos pecadores. Yo soy un pecador. De hecho, esta es una verdad que humilla al comprenderla. Entenderla traerá nuestras rodillas al piso y lágrimas a nuestros ojos. Porque la palabra de Dios no nos habla simplemente de nuestro pecado. Dice que Dios ha venido a nosotros, a nuestro mundo y a nuestra humanidad. Nos dice que Dios tiene misericordia del creyente arrepentido.

Este mensaje busca producir una respuesta nuestra. ¿Nos someteremos a la ley de Dios? ¿Confiaremos nuestra salvación a Aquel que es perfecto? ¿Proclamaremos esta verdad a quienes nos rodean? Recibir la palabra de Dios es actuar con gracia en base de ella de esta manera. Que cada uno de nosotros lo hagamos con alegría y nos entreguemos a la maravillosa misericordia de Dios.

Nuestra liturgia anglicana tradicional inculca el agradecimiento en nosotros cuando recibimos colectivamente la palabra de Dios. La próxima vez que escuchemos: «Esta es la palabra del Señor», respondamos sinceramente: «Gracias a Dios».

Sr. Mark Einselen
Guardián menor de la Iglesia Anglicana de la Ascensión en Indianápolis, Indiana, una parroquia de la Diócesis Anglicana de la Palabra Viviente, una diócesis de la Iglesia Anglicana en América del Norte.

Oración
“Señor Dios, Padre celestial,
te agradecemos de todo corazón
que por tu palabra
nos has sacado de las tinieblas del error
a la luz de tu gracia.
Ayúdanos misericordiosamente a caminar en esa luz,
guárdanos de todo error y falsa doctrina
y concede que no seamos ingratos
y despreciemos y persigamos tu Palabra,
como lo hizo tu gente hace mucho tiempo,
pero que la recibamos con todo nuestro corazón,
gobierne nuestras vidas de acuerdo con ella
y pongamos toda nuestra confianza en tu gracia
por el mérito de tu amado Hijo,
Jesucristo nuestro Señor,
que vive y reina contigo y el Espíritu Santo,
un solo Dios verdadero, ahora y por siempre."