Juan 4:1-26: Jesús y el “otro”

Nuestro mundo está lleno de divisiones. Las personas son diferentes unas de otras. Raza, género, riqueza, clase... las posibilidades son infinitas para que pensemos en "nosotros" y "ellos"; para que consideremos a las personas como "otros", no como uno. 

¿Cómo debemos responder a las personas que son diferentes? A veces las excluimos, a veces las oprimimos, a veces intentamos destruirlas, a veces decimos que en realidad son iguales a nosotros. 

En Juan 4, Jesús se encuentra con una persona radicalmente diferente a él. Ella es una mujer; él es un hombre. Él es judío; ella es samaritana. Él es el santo de Dios; ella es una persona pecadora. Se encuentran en medio del día en un pozo y Jesús le pide de beber. De paso recibimos un vistazo de la verdadera humanidad de Jesús cuando se nos dice en 4:6 que está agotado por el viaje que ha realizado. 

En el versículo 7 pide para beber y la respuesta de la mujer, en el versículo 9, expone sus diferencias. Jesús responde ofreciendo a la mujer el don de Dios: agua viva. Como ocurre a menudo con Jesús, sus palabras son malinterpretadas. La mujer cree que le está ofreciendo el agua viva del manantial en el fondo del pozo. Él no tiene un balde y el pozo es profundo, dice ella.

En los versículos 13 a 14, Jesús aclara que no está ofreciendo la clase de agua que nunca podrá satisfacer realmente; sino que ofrece la vida eterna. En el versículo 15, la mujer pide esta agua, pero, sorprendentemente, Jesús saca a relucir las circunstancias de su vida. Ha tenido cinco maridos y ahora vive con alguien que no es su marido. Cuando la luz brilla, las tinieblas quedan al descubierto. 

La mujer intenta cambiar de tema reconociendo a Jesús como profeta y preguntando sobre un punto de disputa antiguo entre los judíos y los samaritanos. Pregunta dónde está el lugar correcto para adorar a Dios. Jesús promete que vendrá un tiempo en el que esta pregunta será irrelevante porque habrá un nuevo lugar, una nueva forma de adoración. Después de todo, él es el nuevo templo. La mujer reconoce que el Mesías viene y explicará todos estos enigmas. En una declaración culminante, en el versículo 26, Jesús se revela como el Mesías.

Estos son los elementos básicos de una historia maravillosa y de una conversación profunda. Vemos a Jesús encontrarse con una que no es como él, “otro”. ¿Cómo responde? Le ofrece el don de la vida eterna y luego se ofrece a sí mismo. Revela su identidad como Mesías. Ofrece un abrazo, una bienvenida. Se trata de una bienvenida a la familia, a la vida de Dios. Es una acogida que se ofrece con pleno conocimiento de las diferencias que existen entre ellos. Esta acogida a la samaritana sólo puede recordarnos nuestra propia acogida por parte de Dios. Nuestro Dios es un Dios hospitalario. 

Qué acogida hemos recibido del Dios santo. Antes éramos rebeldes y no merecíamos más que la ira de Dios por nuestro pecado y nuestra rebelión, y sin embargo, en Cristo, somos acogidos en la familia de Dios. Se nos da su Espíritu y la buena obra de la restauración comienza en nosotros.

¿Cómo debemos responder a los demás? En Romanos 15:7 vemos que Pablo insta a los creyentes romanos a que se acojan unos a otros en un contexto en el que sus diferencias les dividían. Esta es una cuestión difícil en nuestro mundo. Hay tantos "otros" a nuestro alrededor. 

¿Quién es la “otra” persona a quien Dios quiere que acojamos? 

Oración
Padre nuestro, gracias por la acogida que nos das en el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Gracias porque, cuando aún éramos pecadores, nos amaste. Ayúdanos a extender esa acogida a los demás, ya sea en nuestra congregación para que podamos vivir en verdadera armonía; o en nuestro mundo para que conozcan tu gracia y tu misericordia restauradoras igual como nosotros. Te lo pedimos en nombre de Jesús. Amén.