La gran historia de amor - Dios ama al mundo, Juan 3:16-21

Al leer Rut no solo nos hemos deleitado con una hermosa historia, también hemos aprendido cuál es la salida a nuestra amarga condición causada por el pecado: debemos ser rescatados. En esta lectura del evangelio veremos cómo se lleva a cabo nuestro rescate. Nuestro rescatador morirá por nosotros. Será bueno leer esta sección de Juan para comprender cómo aplicamos en nuestra vida la gran historia de amor que hemos leído en Rut. 
 
Leer Juan 3:16-21
En los versículos anteriores, Jesús se acaba de identificar a sí mismo como el Hijo del Hombre, el rescatador que viene del cielo. ¿Qué aprendemos de Dios al saber que Cristo vino del cielo? (v. 16)

Si nos fijamos con cuidado ‘amó’, el verbo principal del v. 16, está en pasado. ¿Cuál crees que es el evento que tiene en mente el evangelista al escribir esto y que nos ayuda a comprender la forma en que Dios amó (y rescató) al mundo en Jesús?
 
¿Quién es el objeto de este amor y qué busca este amor? 

¿Qué sucede si no se acepta este rescate?
 
¿De qué otra forma Juan plantea el contraste entre la muerte y la vida eterna?, vv. 19, 20.

¿Qué es lo que debe notarse en aquellos que creen en el Hijo y que ahora tienen vida eterna (o sea, los que ya han sido rescatados)? (v. 21)

Este pasaje nos entrega el que para muchos es el versículo bíblico más famoso de toda la Biblia. Juan comprende que la venida de Jesús a este mundo es motivada por el carácter misericordioso de Dios, que se demuestra en que amó (‘rescató’) a un mundo que lo había rechazado. 

En castellano tenemos un dicho: ‘amor son acciones y no sólo buenas intenciones’, es que reconocemos que el amor no es un concepto, sino que encuentra su verdadera plenitud en sus hechos. Podemos comprender cuán grande es el amor de Dios al contemplar su maravilloso gesto de enviar a su Hijo a este mundo para morir en la cruz. Allí es donde realmente comprobamos la grandeza del amor de Dios, allí es donde dio a su Hijo. El amor de Dios es, en su naturaleza, sacrificial. Todo esto está contenido en aquel ‘dio’ de este versículo: porque nos ama, Dios ‘da’. ¿Te das cuenta de la potente señal que aquí se nos entrega? El amor es dar, no recibir; un mensaje muy diferente al que nuestra cultura popular nos entrega. Solo un amor como este es capaz de rescatar a los necesitados.

¿Quiénes son los que reciben este maravilloso gesto de amor?  ‘El mundo’, Cristo nos ayuda a comprender que el amor de Dios no está circunscrito a una etnia ni a un grupo en particular. En Cristo se destaca el carácter universal del amor de Dios. No sólo eso, sino que Juan no ha presentado un cuadro positivo del mundo. En el capítulo 1 nos dice que el mundo no recibió a Cristo, o sea él vino a un mundo que no lo reconocía como Señor (un mundo que no aceptaba su rescate). Esto es sorprendente, porque significa que Dios envió a su Hijo, el mayor regalo jamás entregado, a un mundo que no lo deseaba pero que lo necesitaba: si Cristo no hubiera venido, la muerte habría sido nuestra única realidad. Nadie nos habría rescatado.

El propósito de Dios al enviar a su Hijo al mundo es bien específico: la vida eterna. Y esto es expresado de una forma muy especial: es un don que se puede disfrutar ahora, ya que el verbo usado aquí (‘tenga’) está en tiempo presente. Los cambios que trae el amor de Dios empiezan aquí y ahora. Ahora bien, quienes reciben este regalo, deben estar muy conscientes que ellos fueron ‘salvados’. O sea, que su destino era otro, pero gracias al amor de Dios fueron rescatados de aquello. 

Esta vida eterna, este rescate, se recibe por ‘creer’ (ver Juan 1:12). De alguna u otra forma hay un elemento activo de nuestra parte, tal como lo vimos en Rut. Más adelante en el evangelio se aclarará que creer es confiar nuestra vida en las manos de Jesús. Quien no acepta este rescate tiene sólo un destino: la muerte. 

Aquí hay un desafío que se plantea para aquellos que ‘creen’: deben acercarse a la luz (o sea, a Cristo el rescatador) para que se vea el cambio que se ha producido en ellos. Con esto se nos informa que la vida eterna tiene consecuencias prácticas que deben ser notadas desde ahora. El rescate que Dios hace debe ser evidente en los rescatados.

Juan nos ha entregado su reflexión para que nosotros nos aferremos al rescate que nos entrega el Hijo de Dios. Su exhortación es que confiemos en el Hijo enviado a nosotros por el Dios de amor para disfrutar de este rescate que está a nuestro alcance en Cristo.
 
Meditar
¿Cuál es la única forma en que podemos agradecer tan grande amor?

Oración
Libro de oración Común chileno. Orden de administración de la Santa Cena, declaración del perdón, pag. 51

Hermanos arrepentidos, oíd las promesas divinas y regocijaos en la salvación eterna.
Juan 3.16 «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda más tenga vida eterna».