Oseas 11: La perseverancia de Oseas

El libro de Oseas es conocido por su retrato confrontativo de la idolatría de Israel como adulterio espiritual. Las palabras del profeta Oseas, y su propio matrimonio, muestran que la relación de Dios con Israel estaba en una situación desesperada. El pueblo de Dios se había vuelto «mundano» a medida que se adaptaba a las naciones que lo rodeaban. Buscaron el éxito y la prosperidad mediante la adoración idólatra de los dioses de sus vecinos. El profeta Oseas declaró que tal conducta no era un asunto trivial y era motivo de «divorcio» (o exilio).

Otra metáfora, igualmente llena de emoción, explica por qué este no sería el final de los planes de Dios para su pueblo. En Oseas 11 leemos la historia de Dios con su hijo descarriado Israel:

«Cuando Israel era niño, yo lo amé,
y de Egipto llamé a mi hijo.
Cuanto más los llamaban los profetas,
tanto más se alejaban de ellos;
seguían sacrificando a los Baales
y quemando incienso a los ídolos.
Sin embargo yo enseñé a andar a Efraín,
yo lo llevé en mis brazos;
pero ellos no comprendieron que yo los sanaba.
Con cuerdas humanas los conduje, con lazos de amor,
y fui para ellos como quien alza el yugo de sobre sus quijadas;
me incliné y les di de comer». Oseas 11: 1-4 (LBLA) 

En estos versículos, el Señor habla con afecto del hijo que había criado cuidadosamente. Esta es la nación de Israel que nació del Éxodo y alcanzó la mayoría de edad bajo los reinados del rey David y el rey Salomón. Pero todo lo que Dios había provisto con gracia y ternura se dio por sentado e incluso se despreció. En cambio, la nación buscó la prosperidad en la idolatría y el refugio en la fuerza de sus vecinos. Sin embargo, como padre, el

Señor no se deja disuadir por esta «rebeldía adolescente». El amor incondicional que tiene por su hijo, insinuado por el afecto de los versículos 1-4, se expresa claramente en el versículo 8:

«¿Cómo podré abandonarte, Efraín?
¿Cómo podré entregarte, Israel?» Oseas 11: 8

Naturalmente, estas preguntas son retóricas. El amor de Dios no ha sido extinguido por el pecado del pueblo y sus planes para ellos no han sido anulados. Sin embargo, existe una tensión insoportable entre la pecaminosidad de la nación y el amor persistente de Dios. Esta tensión encuentra su resolución en la muerte expiatoria del Hijo perfecto y obediente. A nivel superficial, la vida de Cristo refleja la de Israel: «de Egipto llamé a mi hijo» (comparar con Mateo 2:15); el ser puesto a prueba en el desierto y la promulgación de la ley en la cima de una montaña. En un nivel más profundo, Cristo triunfa donde Israel había fracasado.
 
La compasión y la paciencia de Dios, primero hacia su pueblo del antiguo pacto y segundo hacia nosotros en Cristo, tienen implicaciones para nuestra propia respuesta al descarrío de los jóvenes de hoy. El creciente secularismo e individualismo entre los jóvenes de hoy es motivo de preocupación para muchos padres y ministros, pero la paciencia de Dios con nosotros nos enseña a no abandonar la esperanza o caer presa de la inacción. Con la persistencia de Oseas debemos continuar compartiendo el evangelio con los jóvenes. Como Oseas, probablemente enfrentaremos mucho rechazo en el camino. Pero no debemos abandonarlos, aunque nos cueste caro. Sabemos que Dios sigue amando a los niños y a los jóvenes. Entonces, ¿cómo podemos renunciar a ellos? Debemos tener la confianza de que llamará a muchos al arrepentimiento y la fe en su Hijo.

Canon Craig Roberts, director ejecutivo, y sus colegas de Anglican Youthworks en Australia proporcionan la serie de devocionales Levantan sus Corazones para el mes de marzo de 2021. La devoción de hoy fue escrita por Andrew Spalding.