¿Quién puede expresar el poder del amor divino de Dios?

Clemente fue un líder de la iglesia de Roma a finales del siglo I, llegando a ser obispo de esa gran congregación en el año 88. En su carta a los corintios, el primer documento cristiano auténtico fuera del Nuevo Testamento, Clemente hizo hincapié en la unidad de la Iglesia y en la unidad del cuerpo de Cristo con todos sus diversos miembros, reunidos por Dios para vivir y trabajar juntos en armonía por el bien de todos.

¿Quién puede expresar el poder del amor divino de Dios?

Que el hombre verdaderamente poseído por el amor de Cristo guarde sus mandamientos. ¿Quién puede expresar el poder vinculante del amor divino? ¿Quién puede encontrar palabras para el esplendor de su belleza? Las alturas a las que nos eleva van más allá de toda descripción. El amor nos une a Dios; anula innumerables pecados, no tiene límites en su resistencia, soporta todo con paciencia. El amor no es servil ni arrogante. No provoca cismas ni forma grupos exclusivistas, sino que actúa siempre en armonía con los demás. Por él, todos los elegidos de Dios han sido santificados; sin él, es imposible agradarle. Por amor, el Señor nos tomó para sí; porque nos amaba y era la voluntad de Dios, nuestro Señor Jesucristo dio la sangre de su vida por nosotros: dio su cuerpo por nuestro cuerpo, su alma por nuestra alma.

Ved, pues, amados, qué grande y maravilloso es el amor, y qué inexpresable su perfección. ¿Quiénes son dignos de poseerlo si Dios no los hace así? A él, pues, debemos dirigirnos, implorando su misericordia para que se encuentre en nosotros un amor libre de parcialidades humanas e irreprochable. Todas las generaciones, desde la de Adán hasta la nuestra, han pasado; pero los que por la gracia de Dios fueron perfeccionados en el amor, tienen ahora una morada entre los santos, y cuando al fin aparezca el reino de Cristo, serán revelados. Refúgiate en tus habitaciones por un tiempo, dice la Escritura, hasta que mi ira se calme. Entonces me acordaré de los días buenos, y os levantaré de vuestras tumbas.

Felices somos, amados, si el amor nos permite vivir en armonía y en la observancia de los mandamientos de Dios, pues entonces también nos ganará la remisión de nuestros pecados. La Escritura declara felices a aquellos cuyas transgresiones son perdonadas, cuyos pecados son perdonados. Dichoso el hombre al que el Señor no le imputa ninguna culpa, en cuyos labios no hay engaño. Esta es la bendición que reciben los que Dios ha elegido por medio de Jesucristo, nuestro Señor. A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Clemente de Roma
Juan 15:1-17
1 Corintios 13:1-8