Tú eres la luz del mundo

Cromacio se convirtió en obispo de Aquilea, en el mar Adriático, en el año 387.  Como teólogo erudito, escribió varios tratados exegéticos, pero es más conocido por mantener una voluminosa correspondencia con otros eruditos cristianos de su tiempo, animándoles a producir sus propias obras teológicas.  Ambrosio de Milán fue motivado por él a escribir obras exegéticas, y Jerónimo dedicó a Cromacio traducciones y comentarios que había escrito por sugerencia suya. 

Tú eres la luz del mundo. Una ciudad asentada en una colina no se puede ocultar. Tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cesto, sino que se coloca en un soporte donde alumbra a todos los habitantes de la casa. El Señor llamó a sus discípulos la sal de la tierra, porque sazonaban con la sabiduría celestial los corazones de los hombres insípidos por el demonio. Ahora los llama también luz del mundo, porque han sido iluminados por él, la luz verdadera y eterna, y se han convertido ellos mismos en luz en las tinieblas.
 
Puesto que él es el Sol de Justicia, llama a sus discípulos luz del mundo. La razón de ello es que, a través de ellos, como a través de rayos luminosos, ha derramado la luz del conocimiento de sí mismo sobre el mundo entero. En efecto, al manifestar la luz de la verdad, han disipado las tinieblas del error de los corazones de los hombres.
 
Además, también nosotros hemos sido iluminados por ellos. Hemos sido hechos luz de las tinieblas, como dice el Apóstol: Porque en otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de la luz. En otra ocasión dice: Porque no sois hijos de la noche y de las tinieblas, sino que todos sois hijos de la luz y del día.
 
También San Juan afirma con razón en su carta Dios es luz, y quien permanece en Dios está en la luz como Dios mismo está en la luz. Por eso, porque nos alegramos de haber sido liberados de las tinieblas del error, debemos caminar siempre en la luz como hijos de la luz. Por eso dice el Apóstol: Entre ellos resplandecéis como luces en el mundo, aferrados a la palabra de vida.
 
Si no vivimos en la luz, estaremos, para nuestra condena y la de los demás, velando y oscureciendo con nuestra infidelidad la luz que tanto necesitan los hombres. Como sabemos por la Escritura, el hombre que recibió el talento debería haberlo hecho producir un beneficio celestial, pero en lugar de eso prefirió esconderlo en lugar de ponerlo a trabajar y fue castigado como se merecía.
 
En consecuencia, esa lámpara brillante que se encendió por nuestra salvación debe brillar siempre en nosotros. Porque tenemos la lámpara del mandamiento celestial y de la gracia espiritual, a la que se refería David: Tu ley es una lámpara para mis pies y una luz para mi camino. Salomón también dice esto al respecto: Porque el mandamiento de la ley es una lámpara.
 
Por tanto, no debemos ocultar esta lámpara de la ley y de la fe. Al contrario, debemos colocarla en la Iglesia, como en un candelabro, para la salvación de muchos, para que podamos disfrutar de la luz de la verdad misma y todos los creyentes sean iluminados.
 
Cromacio (m. 406)
 
Mateo 5:14-16
Efesios 5:6-21