La esperanza de ver a Dios

Gregorio de Nisa nació en el año 335 en el seno de una familia cristiana aristocrática y devota de Capadocia, que había sufrido persecución por su fe. El abuelo de Gregorio fue martirizado, sus padres vieron confiscados sus bienes y fueron desterrados por confesar a Cristo. Tres de sus hijos llegaron a ser obispos: Gregorio fue elegido obispo de Nisa en el 372 y se unió a sus hermanos mayores, Basilio de Cesarea y Pedro de Sebaste, en su lucha contra la herejía arriana.  Gregorio contribuyó significativamente a la comprensión de la Iglesia de la doctrina de la Trinidad y del Credo de Nicea.

Bienaventurados los que poseen un corazón puro, porque ellos verán a Dios.  Esta promesa de Dios es tan grande que trasciende los límites de la bienaventuranza.  Pues, ¿qué otra cosa podría desear uno tras un bien semejante, ya que posee todas las cosas en el que contempla?  Según el uso bíblico, ‘ver’ significa lo mismo que ‘tener’ por ejemplo, Que veas los bienes de Jerusalén en lugar de Que encuentres, que es el sentido del pasaje; y Que el impío sea arrebatado, para que no vea la gloria de Dios, donde por ‘no ver’ el profeta indica ‘no participar en’.

De ahí que el hombre que ve a Dios posea en este acto de ver todo lo que hay de bueno.  Por esto entendemos la vida sin fin, la incorrupción eterna, la bienaventuranza imperecedera.  Con ello gozaremos del reino eterno de la felicidad incesante; veremos la luz verdadera y oiremos la dulce voz del Espíritu; exultaremos perpetuamente en todo lo que es bueno en la gloria inaccesible.

Tan magnífica consumación se ofrece a nuestra esperanza en la promesa hecha en esta bienaventuranza.  Pero puesto que, como se ha mostrado antes, la visión se ha hecho depender de la pureza del corazón, mi mente vuelve a marearse, no sea que la pureza del corazón sea imposible de alcanzar porque sobrepasa nuestra naturaleza.  Porque si la visión de Dios depende de esto y si Moisés y Pablo no lo vieron -y se afirma que ni él ni nadie puede verlo-, la Palabra parece proponer ahora algo imposible en esta bienaventuranza. 

¿Qué ganamos, pues, con saber cómo ver a Dios si la mente lo encuentra imposible? Sería como si se dijera que es dichoso estar en el cielo porque allí se puede contemplar lo que no se puede ver en esta vida. Ahora bien, si esta afirmación mostrara también un medio para viajar al cielo, sería ciertamente provechoso para los oyentes aprender que es dichoso estar allí. Pero mientras la ascensión sea imposible, ¿de qué sirve conocer la bienaventuranza celestial?  Sólo entristece a los que han aprendido sobre ella el darse cuenta de las cosas de las que estamos privados, porque la ascensión no es factible.

Sin embargo, ¿debería el Señor ordenar algo tan grande que supere por completo nuestra naturaleza y los límites de su poder?  Seguramente no. No les dice a los que no ha dotado de alas que se conviertan en pájaros, ni ordena a las criaturas que ha destinado a habitar en la tierra que vivan en el agua. La ley se adapta a las capacidades de los que la reciben en todo lo demás, y no se impone nada que esté más allá de la naturaleza.  De ahí que nos demos cuenta de que esta bienaventuranza tampoco establece lo que sobrepasa la esperanza.  Tampoco Pablo, Juan, Moisés y otros como ellos han carecido de la bienaventuranza trascendente que consiste en ver a Dios.  No; pues uno dijo: Me está reservada una corona de justicia, que el Señor, el justo juez, me entregará; otro se recostó sobre el pecho de Jesús; y el tercero oyó la voz divina que decía: Te he conocido sobre todos.

Ahora bien, no se puede dudar de que los que han proclamado que la percepción de Dios está por encima del poder humano son ellos mismos bienaventurados.  Por otra parte, la bienaventuranza consiste en ver a Dios, y esto depende de la pureza de corazón.  Por lo tanto, la pureza de corazón mediante la cual podemos llegar a ser bienaventurados no puede ser imposible.  ¿Cómo es posible que la voz del Señor, que promete que Dios puede ser visto si somos puros, no contradiga a aquellos que, según San Pablo, evidentemente dicen la verdad si sostienen que la contemplación de Dios está más allá de nuestro poder?

Gregorio de Nisa (335-394)

2 Timoteo 6:11-16
2 Corintios 4:1-6

Oración
Oh Dios, cuyo bendito Hijo vino al mundo
para destruir las obras del diablo
y hacernos hijos de Dios y herederos de la vida eterna:
Concédenos que, teniendo esta esperanza
nos purifiquemos como él es puro
para que cuando aparezca con poder y gran gloria
seamos semejantes a él en su reino eterno y glorioso;
donde él vive y reina contigo y con el Espíritu Santo,
un solo Dios, ahora y siempre.
Amén.

Ora con nosotros la petición de oración de hoy:

Anglican Missions Africa lideró una misión de 'Adolescentes saludables' en la Diócesis de Eldoret, Kenia, visitando ocho escuelas secundarias durante cuatro días. Informan que se alcanzó a 1399 jóvenes y que 1032 recibieron a Cristo. Agradezca a Dios por este ministerio y ore por su bendición en los clubes de discipulado en las escuelas.

Para acceder a las solicitudes de oración diaria, haga clic aquí:
https://www.gafconpt.org/es/intercessao