Paz al fin

Si se les pidiera que describieran su idea del cielo, la palabra que muchas personas usarían sería «aburrido». George Bernard Shaw, a su manera típicamente belicosa, capturó lo que la mayoría de la gente piensa cuando dijo: «El cielo, tal como se concibe convencionalmente es un lugar tan estúpido, tan aburrido, tan inútil, tan miserable que nadie se atrevería a describir un día entero en el cielo, aunque mucha gente ha descrito un día a la orilla del mar». Tristemente, los cristianos pueden sentirse fácilmente abatidos por tales burlas. Sin embargo, el Libro de Apocalipsis quiere que pensemos en el cielo y el nuevo mundo de manera diferente.

Así como el árbol de la vida fue plantado en medio del jardín del Edén (Génesis 2: 9-10), Juan ve el árbol de la vida crecer a cada lado del río (22: 2). No debemos dejarnos desviar por preguntas como: «¿Cómo puede un árbol estar a ambos lados de un río a la vez?» Se supone que debemos tener una lectura letrada o, mejor, alfabetizada de Apocalipsis que no es una lectura literal. Se trata de una literatura apocalíptica que trabaja con ambigüedad, paradoja y contradicciones. El pensamiento que debemos comprender es que el árbol de la vida es accesible para todos, sin importar de qué lado del río se encuentren, el Espíritu toca a todos. Esto también podría estar relacionado con la idea de que es el Espíritu quien da vida y los ríos dan vida a los árboles que crecen junto a ellos, ambos símbolos fusionándose para subrayar la verdad de que los que están en la nueva creación reciben vida eterna por el Espíritu y les permanece al comer del árbol de la vida que está disponible libre y constantemente, por lo tanto, doce cosechas del mismo fruto todos los meses del año.

Mientras que después de la rebelión en el Huerto, Adán y Eva trataron de ocultar su vergüenza cubriéndose con hojas de higuera (Gn. 3: 7), las hojas de este árbol actúan como una cataplasma que sana a las naciones. Uno de los efectos terribles de la Caída fue la introducción de enemistad y sospecha entre la gente (Gén. 3: 13-15), que eventualmente desembocó en guerras y conflictos (Gén. 4: 8-12). Pero no habrá tales cosas en el nuevo mundo porque, según 22: 3, no habrá maldición.

La imagen general es de un mundo en el que hay una ausencia total de todas las asociaciones negativas de nuestra existencia actual, «... la noche ya no existirá». (22: 5). Esto es significativo porque para los antiguos, la noche era un período peligroso; aquí era cuando los animales salvajes merodeaban, los enemigos atacaban y los ladrones entraban al amparo de la oscuridad. Pero no habrá 'tinieblas' en la nueva era, lo que indica que el pueblo de Dios estará completamente seguro, protegido por la iluminación de la propia presencia de Dios: «No necesitarán luz de lámpara ni sol, porque el Señor Dios será su luz y reinarán por los siglos de los siglos» (22: 5). Hay algunos lugares en nuestras ciudades principales donde no sería prudente aventurarse a salir de noche, pero tales restricciones no estarán vigentes en el mundo nuevo y perfecto de Dios. No habrá miedo, ni ansiedad, nada de «qué pasaría si»; sólo paz y seguridad completas.